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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Jue Ago 11, 2011 3:10 pm

¿Qué hora serían? Demasiado tarde como para poder meterme en mi cuarto sin recibir miradas de odio por perturbar el descanso de mis compañeras. Decidí pasar de subir a mi habitación, acababa de llegar de una sesión de hechizos con un compañero en el aula de Duelos. Jamás pensé que hechizar armaduras para que luchasen a muerte fuese tan divertido. Sobretodo cuando las armaduras se empezaron a descontrolar y decidieron atacarnos con sus afiladas espadas. Tuvimos que reducirlas a montones de metal oxidado y doblado. Seguro caería bronca, pero tampoco sabían quién había sido. Tras eso, él se fue a su habitación, y yo me quedé en la Sala Común.
Caminé hasta una doblefondo de uno de los bancos que habían junto a la ventana. Lo abrí con un par de golpes de pie, y cayó un tablón que dio a conocer el fondo oscuro y húmedo. Habíamos hechizado ese cajón para que estuviese siempre refrigerado, así que cuando saqué una botella de vodka llena de escarcha no fue sorpresa para mí. Decidí sentarme en el mismo banco, cerrando previamente el doblefondo -el cual sólo conocía yo, y dos amigos más, entre ellos el que había estado conmigo esa noche-. En ese banco, con la ventana frente a mí, podía ver poco. Sólo una pequeña ladera que casi ocultaba toda la ventanita. Era lo malo de mi sala común. Decidí darle la espalda y recostarme contra el ventanal, abriendo la botella de vodka, rompiendo la escarcha que rodeaba el tapón y llenando el vasito metálico que había en lo alto de alcohol. Le di un largo trago, y después me serví otro, lo meneé entre mis dedos, antes de beber otro, dejando la botella a mi lado y recorriendo el interior del vasito con mi dedo índice, arrancando cada gotita de vodka antes de meterme el dedo en la boca, lamiéndole el líquido frío y alcoholico que ya recorría mis venas y calentaba mi estómago a la par que golpeaba mi hígado.
Observé que la chimenea estaba encendida, así que, para compensar el frío del vodka, caminé hacia la moqueta que estaba frente a la chimenea, llevando mi botellita, y sentándome delante del fuego crepitante. Me froté las manos y las extendí frente a las brasas, sintiendo como un escalofrío me recorría los huesos y ponía mi piel de gallina.
Sonreí interiormente, y me serví un tercer chupito, bebiéndole de un trago mientras cruzaba mis piernas y recostaba mi nuca contra un cojín del sofá de detrás, mirando los adornos de Slytherin del techo, recorriendo los sinuosos movimientos de la culebra por el yeso gris.

Abrí mis ojos. El fuego seguía igual, la botella también, pero el vasito había rodado varios metros. ¿Me había quedado dormida? Gateé hasta el vasito, y cuando lo iba a coger, un pie pisó mis dedos, pero con muchísima suavidad. Pero no dudé en desenfundar mi varita y alzarla hacia arriba, sin mirar a los ojos de mi atacante, sólo a sus zapatos, y a sus estilizadas piernas níveas, las cuales me dieron a entender que era una mujer.
- Saca tu apestoso pie de encima de mi mano, ahora.
Ordené mientras sacudía suavemente la varita. Tenía poco más de dos segundos antes de que lanzara contra ella un hechizo desmaius.


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Mensaje por Natasha A. Smith Jue Ago 11, 2011 11:08 pm

Ambos lo sabían, pasear de noche por el castillo estaba prohibido, sin embargo esas clases de prohibiciones no formaban parte de la vida de los mellizos Smith. Sus esbeltas figuras caminaban en una especie de danza oculta por las oscuras mazmorras. Tasha se tapaba la boca para no reír y Thomas, por su parte, le indicaba con el dedo índice apoyado sobre esos labios finos de hombre, que mantuviese la boca bien cerrada. La miraba serio, después de todo es él quien tiene la cabeza más centrada de los dos. El motivo por el cual los hermanos se escondían detrás de puertas oxidadas, bancos y antorchas como profesionales, se hacía fácil de adivinar. Pocos segundos después de haberse escondido tras un gran portón, una tenue luz puso en evidencia que no se encontraban solos. Una figura regordeta y semitransparente flotaba por el pasillo. Ese atuendo que algún día debía de haber sido una sotana marrón, dejaba en clara evidencia que se trataba nada más, y nada menos, que del famoso fantasma de Hufflepuff. El estúpido fraile gordo.
El fantasma traspasó con la cabeza el gran portón, miró a lo largo del pasillo y, después de haberse encogido de hombros –haciendo que los mismos traspasaran la puerta por el corto tiempo que duró el gesto- giró sobre su eje, cansado de buscar alumnos en la “tranquilidad de la noche”. Irónicamente, justo bajo ese espacio que ocupaba la cabeza fantasmagórica del gordo, y de cuclillas, se encontraban los mellizos de Slytherin, quienes miraban atentos los movimientos del fraile con ambas manos en la boca. Sabían que, de ser descubiertos, tendrían que dar explicaciones a los superiores. Sabían que probablemente le quitarían puntos a Slytherin por ese descuido, y eso era algo que no podían permitirse.

Cuando el fantasma hubo desaparecido, Tasha por fin respiró con una sonrisa en la cara, que reflejaba su clara satisfacción. Le gustaba cómo le hacía sentir el hecho de ser descubierta en una travesura. Su hermano, sin embargo, expresó conciso que ya había sido mucho por esa noche y, que en caso de que alguien los encontrarse, estarían en graves problemas: descubrían que los disturbios en Hogsmeade -que serían avistados por los pueblerinos en la mañana siguiente- en nombre de él, llevaban la firma Smith. No literalmente, claro, solamente una manera de decir. Pero fue por eso que Thomas emprendió camino a la sala común y, al hacerlo, no dudó en arrastrar a su hermana de la muñeca. Sabia, como buen mellizo, que ella sólo se quedaría en aquel lugar por orgullo; por el mero hecho de no hacer lo que él decía. Al llegar a la sala común, Tom se dirigió rumbo al dormitorio de chicos sin pensarlo dos veces, despidiendo a su hermana de manera correcta, pero poco afable. Sin muchas energías, Tasha comenzó a caminar rumbo a un sillón, sin ganas de irse a dormir. El chisporroteo del fuego de la chimenea dejó a la luz a alguien que, en cierta forma, bien conocía.

Natalia. Talia, o simplemente la pelirroja que, últimamente, no había podido sacarse de la cabeza. La vio removerse en su lugar y no pudo evitar morderse el labio inferior. No tardó en esconderse entre las sombras de la sala común al ver cómo se incorporaba, despertándose. A lo mejor habían sido los ruidos al llegar junto a su hermano. No era algo que le importase mucho en el momento. Casi por inercia al verla gatear, se acercó sin temor a ser descubierta. Apoyó el pie sin ningún remordimiento sobre la mano de la pelirroja, dibujando una sonrisa al ver la temprana reacción histérica que tenía, al sentir la suela sobre sus dedos.
Tasha nada más alzó las manos, con la varita en la derecha, y también alzó levemente el pie, aun manteniendo el talón apoyado en la moqueta vieja.
-No recuerdo que el vodka te pusiera tan agresiva, Natalia. – dijo nada más mirando la botella de vodka de manera significativa y, como si lo que hubiese querido hacer estaba bien lejos de querer acercarse hasta ella, se dejó caer sobre el sillón más cercano con deliberada soltura, habiéndose alejado previamente.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Jue Ago 11, 2011 11:58 pm

Esa voz. Esa cantarina voz que recorría mis sueños -o, para mi entender, pesadillas-. Esa voz tan propia de sirenas. Alcé los ojos con algo de resignación, temor tal vez, de encontrarme con los ojos profundos y curiosos de la Slytherin. De Natasha. De ella. Y ahí estaban, observándome desde las alturas, con una simplona sonrisa que se alargó mientras liberaba mi mano. Apreté el vasito metálico, ya cálido, y me alcé quitándome el polvo del dobladillo de la falda de Slytherin, negra, como el resto de los uniformes. La miré sentarse cerca de mi botella de vodka, y ésta, por inercia, se tambaleó y amenazó con caerse así que me moví con agilidad y la agarré del cuello cual gallina de corral y la acerqué a mí. Seguía fría, y húmeda por la condensación, así que cuando noté que esa humedad penetraba por el jersey grueso de mi uniforme, la aparté instintivamente y no tuve más remedio que sentarme, pero lejos, casi arrinconada en ese amplio sofá. Cerré la botella de vodka, la escondí de su mirada, y me crucé de brazos, mirando el fuego, viendo como la madera era vencida bajo el calor, como el ruido de las brasas sofocaba ese silencio tan incómodo, como si me ayudase, como si me echase un cable para evitar tener que charlar. Ahora desearía volver a dormirme, y al despertar, verla lejos de aquí. ¿Lejos? Sí, lejos... o no. No lo sabía ni yo. No sabía si quería que se fuese a su cama o a la mía, si desapareciese de mi vista o apareciese sobre mis piernas, sentada encima de mis muslos, mirándome, sintiendo su calor cerca de mí, sintiendo su mirada clavarse como cuchillos en mi alma, sintiendo sus labios carnosos y rosados tan cerca de los míos que con sólo aspirar ya pudiese rozarlos con la punta de éstos.
Suspiré pesadamente tras un largo tiempo sin nisiquiera mirarla. Lentamente, ladeé la cabeza hasta poder observar su perfecto perfil, como sacado de una figura de piedra del museo más importante del mundo. Era una pieza de coleccionista, que en este momento, nadie podía obtener, y muchos pujaban por poseerla.
— ¿No tendrías que irte a dormir? Digo... es tarde... y eso.
Tsé, que estúpida. ¿Y eso? Podría decir que yo me iba ya, o que empezaba a aburrirme, o que quería tumbarme a la bartola a leer un libro y no podría prestarle atención. Pero no, en cambio, debía decir "es tarde... y eso"... Volví a suspirar, y alargué la mano hasta rozar con mis dedos el tapón-vaso metálico de la botella goteante de vodka. La alcé hasta sujetarla con ambas manos, empapándolas de gotitas de agua, y desenrosqué el tapón para servirme un pequeño vaso, el cual en cuando fue rellenado, no duró nada en ese estado, pues el trago fue largo y pudo con todo el líquido. Tragué con algo de esfuerzo, pues el alcohol ya quemaba mi garganta y ahora, casi por pura educación, serví un segundo vaso, y sin mirarla, extendí el brazo hacia ella, tendiéndole un trago de mi vodka favorito.
— ¿Uhm?
Fue lo único que pudieron articular mis labios, pues ningún sonido más quiso desprenderse de ellos, así que apreté mis párpados, sentí un delicado tembleque en mis dedos, los cuales amenazaban con derramar el contenido del vaso metálico, y respiré hondo para poder calmarme, poder dejar de parecer una auténtica neurótica, o una chalada, o algo parecido. Era una puñetera maga, no podía estar nerviosa, por muchos besos, caricias y pensamientos que Natasha hubiese adherido en mi memoria prácticamente a la fuerza.
Estiré algo más el brazo, forzándola a coger el puto vaso, mirando la punta de mis zapatos de corto tacón negros.
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Mensaje por Natasha A. Smith Vie Ago 12, 2011 12:43 am

Nada más alzó una ceja al escuchar a la pelirroja. No supo exactamente cómo debía tomarse aquellas palabras. No supo si con eso quería echarla, pero le pareció bien así. O al menos le pareció correcto. Y a lo correcto, estaba más que acostumbrada. Soltó un suspiro cansado, a la par que se deshacía de un almohadón que estaba detrás de su espalda. Había dejado la varita sobre la mesita ratona en la que no dudó en apoyar sus pies, dejando a la vista unas botas acordonadas y gastadas sin altura. No acostumbraba a usar tacones, más que nada por el hecho de que no quería ser confundida, por los demás alumnos, con un palo de escoba.

- ¿Tarde? Por Salazar, Natalia, hablas como si no me conocieras… - dijo simplona, dedicándole una mirada en la que se dio el lujo de apreciarla entera. No podía mirarla sin recordar imágenes de aquella noche. El mero hecho de tenerla junto a ella, su perfume natural, el tono de su pelo, las pecas en su nívea piel, todo obligaban a Natasha a sonreír ínfimamente. Le parecía increíble que, a pesar de haberla estado buscando todo el día sin haber sabido nada de ella, se la encontrase justo en el momento que no había planeado hacerlo. Era gracioso, incluso, porque en cierta medida la tenía allí sola para ella, y encima se había encargado de comenzar a beber por su cuenta. ¿Podía haber mujer más perfecta en ese momento? Probablemente no. Inspiró acomodándose nuevamente en el sofá. En un intento sutil de acercarse aunque sea un poco más hasta su compañera de casa, bajó los pies de la mesa y se incorporó, apoyando los codos en sus delgados muslos. Sin decir nada, miró el fuego, percatándose poco después de que ella le tendía la tapa de la botella de vodka, con ese líquido trasparente dentro. Casi sonrió y sin decir nada, se lo bebió de una sentada. Sacudió la cabeza como acto reflejo, al sentir como la bebida le quemaba el esófago y siguió con la vista en el fuego centellante unos segundos. No sabía qué era lo que le daba calor. El vodka, el fuego, o estar junto a Natalia.

-¿Sabes? Alguien me dijo que en Rusia tomar vodka es una tradición. – dijo, antes de volver sus ojos oscuros hasta ella – que una vez que se abre una botella, debe beberse entera… - concluyó, significativa sin llegar a dejar en claro qué quería decir exactamente con eso. Desde luego había entendido que la chica que ahora tenía a su lado estaba evitándola. O a lo mejor eso era producto de su imaginación egocéntrica, donde Natasha Smith es el centro del mundo y los demás no tienen ninguna clase de problemas, pero, qué podía hacérsele. El hecho de que estuviese esquivándola, la volvía aún más loca que los recuerdos de esa noche y su lengua juguetona.
Tasha se llevó el dedo indice a la boca, chupándolo con elegancia, un poco en un intento de seducir a su amiga y arrancándole ese sutil sabor a vodka que todavía residía en él, producto de haber agarrado el vaso sin mucho cuidado cuando lo hizo. Con las pies en el suelo, marcó un ritmo que poco le recordaba a una canción conocida antes de carraspear la garganta. - Uf, qué mal educada soy - dijo con cierta ironía latente. No era ser maleducada lo que le jodía, sino sentir que Natalia estuviese tan lejos, a pesar de estar tan cerca. - Invitándome yo misma a beberte toda la botella de vodka... - rodó los ojos, curvando sus labios en, algo así, como una sonrisa. Pero no pensaba dejarla ir, no ahora que la había encontrado.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Vie Ago 12, 2011 1:02 am

Por fin se llevó el vasito, y con ello, pude acariciar el cuello de la botella con ambas manos, intentando esquivar el frenesí de nerviosismo que planeaba chocar contra mi pecho de un momento a otro. La verdad es que esa sensación era asfixiante, como si un hechizo aturdidor hubiese impactado contra mi pecho, y me hubiese lanzado varios metros. Sentía la caja torácica comprimiéndose contra mis pulmones, haciéndome sonrojar por la falta de oxígeno, por necesitar, más en mi mente que en mis pulmones, una liberación, una ventana abierto, una corriente de brisa fresca que envolviese mis fosas nasales de puro aire. Inflé todo lo que pude mis pulmones, y al escucharla, no pude evitar encogerme de hombros. Sí, era una tradición, o más bien una obligación. Yo no era rusa, pero sí bielorrusa, y casi compartíamos esa tradición ancestral. Más que nada porque en mi país, el vodka, es agua. Es el líquido que muchos beben durante la comida, preferimos un vaso de vodka, a una jarra de helada cerveza. Jamás podías pedir una cerveza en un bar si no tenías dos chupitos de vodka entre tus manos, porque sino, te miraban raro. La cerveza no era más que un licor de agua, cebada y lúpulo. No tenía encanto, no era como el vodka, un licor fuerte, como el carácter de todos los bielorrusos, amargo a la par que dulce, ardiente a la par que fresco. Era una bebida ancestral, mística y perfecta, que incluso un chico de quince años podía tomar ante sus padres, y ellos, más que vergüenza, sentirían algo así como honor, o aprecio hacia su persona.
Yo pasé poco tiempo en mi país natal, pero estuve el tiempo suficiente -sobretodo mi madre- como para que esta costumbre se me quedara grabada a fuego en mi memoria.
— Tienes... — Tosí delicadamente, y carraspeé para aclararme la garganta —... tienes razón. Es una tradición. Supongo que ahora no tengo excusa...
Por dentro la odiaba, odiaba que supiese ese maldito dato, odiaba que conociera tanto. Si no supiese nada, podría haberme ido con mi botella, y terminármela en el baño, o en mi cama, o subir hasta una torre a escondidas y dormirme en ella con la botella de vodka entre mis brazos, sin una gota de alcohol entre sus redoneadas paredes de cristal.
Ladeé la cabeza para ver qué hacía, pues mi vaso aún no había vuelto a mi poder, y pude observar -muy a mi pesar- como su dedo índice traspasaba la muralla de sus labios, y como su lengua, que aunque sólo vi en un fugaz instante, recorría la piel de su dedo, arrancando el vodka que en él hubiese quedado por mi descuidado tembleque histérico.
Aparté la mirada rápido, tan rápido que me crugió el cuello, pero le resté importancia. Moví con nerviosismo mis piernas, como ocultando más algo que ya de por sí no se veía, con la sensación como si alguien me mirase, como si alguien espiase bajo los dobladillos de mi falda. O como si bajo dichos dobladillos algo empezara a incomodarme, un fuego, semejante al del vodka al rasparme la garganta, o como el de la chimenea, que había calentado ya en exceso mis piernas, y para mayor comodidad, y en un intento de sofocar dicha incomodidad íntima, bajé de la mesa, las junté, y hundí un trozo de mi falda entre mis muslos, con suma delicadeza.
Sin esperar a que ella me devolviese el vaso, me incliné, y se lo arrebaté, llenándolo y bebiéndome sin dudar, intentando vencer el fuego, con fuego. Respiré hondo, y me serví otro, sin decir nada, sin pedir permiso, pues la botella era mía, aunque desde el momento en que la invité a un trago, ella tiene el mismo derecho que yo a beber cuanto quiera. Otra... "tradición".
— Tranquila... te he invitado yo a beber, no tú. Puedes beber cuanto quieras... mientras no vuelvas a chuparte el dedo.
Murmuré lo último en un intento de que no me escuchase ni yo misma, y para distraerme, llené otro vaso y se lo pasé. La distancia entre ambas era tan larga, que mi brazo no podía cubrirla, y lo odiaba, porque cuando cogió el vaso por primera vez, al estirar su brazo, rozó mis dedos con los suyos, y algo me decía que volería a hacerlo, y sentir la humedad de su dedo índice sólo dibujaría en mi mente, de nuevo, esa escena que rozaba el erotismo.
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Mensaje por Natasha A. Smith Vie Ago 12, 2011 2:49 am

Sonrió ligeramente amarga frente a ese comentario, tal vez por el hecho de habérselo tomado personal, de haber comprendido lo que, según ella misma, la pelirroja había querido decir. No tenía excusa para echarla de su lado, de ese sofá, de la sala común. No tenía excusa para dejarla sola porque, desde luego, Tasha había buscado dejarla sin ella. La danesa estaba acostumbrada a obtener lo que quería y esa vez no sería una excepción a su vida. Miró cada movimiento de Natalia con atención y con el mismo esmero de quien mira una auténtica obra de arte. Porque así la veía, como una obra de arte. Y ni siquiera podía evitar hacerlo, o evitar seguir con sus penetrantes ojos todo lo que hacía. Tasha nada más sonrió para sus adentros cuando su compañera bebió más vodka y, al final, aceptó ese vasito ínfimo, el cual alzó como dedicándoselo y, rápidamente, bebió en su honor. ¿Cómo no hacerlo? Bebería de toda ella sin siquiera dudarlo, en caso de que le dejara.

Como quien no quiere la cosa, aprovechó el momento del traspaso del vaso para rozar sus dedos con inocencia, como si no fuese planeado. Pero, seguramente, de más está decir que todos los movimientos de la castaña estaban planeados. Incluso ese aparente descuido al beber, que provocó que un hilo de vodka cayese por la comisura izquierda de sus carnosos labios, delineando lentamente un húmedo camino por su largo cuello, perdiéndose en el escote de su uniforme escolar. Dicha gota se desvaneció de su piel al ser absorbida por la tela de la camiseta, dejando un ligero círculo húmedo en su pecho izquierdo que no tardaría en desaparecer. No con ese calor que comenzaba a sentir.
-Sí, claro tienes razón. Aunque ya sabes, como te plazca. Jamás seguí las tradiciones, si quieres irte con tu botella a otro lado… me las apañaré sola, creo que tengo algo de whisky en el baúl de mi dormitorio. – se explicó en un pensamiento que más bien se le había escapado. En parte era cierto lo de las tradiciones, la única tradición que seguía –y que no tenía sentido en explicar que lo hacía- era la de la pureza de sangre. Todo lo demás, eran banalidades. Sin embargo, su atención se situaba en qué haría Natalia. La había atado primero a ella, indicándole que sabía sobre la tradición que conllevaba el vodka y que muchos de los ingleses ignoraban. Sin embargo, rápidamente se lavó las manos, dejándola en libertad si eso era lo que quería. No es que fuese lo que Tasha deseaba, desde luego. Porque sus deseos estaban, incluso, más allá de la situación.

Como si dos chupitos de whisky le hubiesen hecho el suficiente efecto en el cerebro, Natasha se acercó lentamente un poco más a Natalia, no mucho, sólo lo suficiente al acomodarse de lado para poder verla de frente y empezar a arrinconarla contra el reposa brazos del sillón. Movimientos suaves, sinuosos, esa era la clave para acercarse a la pelirroja, así lo había hecho la primera vez, según recordaba. Suspiró en silencio mirándola de frente ¿por qué mierda tenía que jugar a ser tan fría? ¿por qué no podía estar sobre ella, besándola al tiempo que su sangre se intoxicaba con ese alcohol destilado tan perfecto?
-Eh, pásame otro, anda. - dijo, acomodándose el flequillo por medio de desordenarselo con los dedos.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Vie Ago 12, 2011 3:14 am

¿Qué podía hacer yo ante tal comentario? Me limité a ignorarlo, dejarlo pasar, y con ello dejar claro que no quería que se fuese. ¿O si quería, pero no tenía el valor de decírselo? Eso sería aún una espesa niebla por disipar en mi mente. Aguanté otro suspiro, me parecían demasiados y podría llegar a incomodarla, así que simplemente agarré el vaso cuando me lo tendió, mirando de reojo como una línea lenta y suave se escurría por su mentón, y descendía por su cuello, escondiéndose bajo su blusa. Tragué saliva, y mordí mi lengua, la cual quería lanzarse sobre el cuello de la castaña y lamer esa delicada línea de vodka que había recorrido su aterciopelada piel.
Respiré hondo, y me serví otro vaso, bebiéndolo de un trago. La botella se iba vaciando considerablemente con el paso de los chupitos. Por suerte, confiaba en que el vodka se quedase en el estómago, y no subiese hasta mi cabeza, o que no lo hiciera en la cabeza de Tasha. No quería verme implicada de nuevo en una noche que no sabría cómo sobrellevarla con el paso de los días. Y no quería abandonar Hogwarts por una mujer, no me lo perdonaría ni yo, ni mi madre, ni nadie. Volví a respirar hondo, calmándome, sirviéndome otro chupito y bebiénomelo, dejando sólo un culín que sirvió de apoyo cuando lo volví a rellenar, pero esta vez para Natasha, la cual me pedía otro trago, y yo no se lo iba a negar, porque no podía negarle nada a la castaña. Bueno, sí, una cosa, y esa única cosa que podía negarle no pude hacerlo la pasada noche. Sus labios eran aún más adictivos que el licor que estaba bebiendo en ese mismo instante, junto a ella, un rompecabezas dentro de un atrapadedos escondido en una enorme muñeca rusa con combinación de doce dígitos.
Observé cómo se hundían los cojines del sofá, y vi como el trasero de Tasha se arrastraba por ellos, acercándose lentamente hacia mi persona. Temía que pudiese escuchar los alterados latidos de mi corazón cuando se acercase más de la cuenta.
Cuando quise darme cuenta, vi que me había movido. Pero no me había arrinconado, me había acercado a ella, un poco, lo justo para que entre mí y el reposabrazos cupiese una de las delgadas piernas de Tasha. ¿Tal vez deseaba verla encima de mí, bebiendo de un vaso que se aguantaba entre mis pechos, como una simple camarera de Hooters? Respiré hondo, y esperé a que me devolviese el vaso, pero cuando lo tuve en mi poder lo ignoré, y me llevé la botella a los morros, y bebí. Bebí como si fuese agua, no notaba su sabor duro, simplemente sentía como el calor recorría mi garganta. Burbujas de aire se colaban dentro de la botella cuando apartaba un poco mis morros para respirar por la boca. Mi garganta se contraía y expandía a medida que entraba el líquido por mi esófago. Miré de reojo a Tasha, y fui bajando paulatinamente la botella hasta poder dejar de beber. Tragué y hundí mis labios hacia dentro, lamiendo el vodka de éstos.
Mi mirada se clavó en la de Tasha, y me mordí el labio inferior tan fuerte que incluso se arrugó a la vista de la castaña. Dejé la botella entre nosotras y después bajé la mirada, girándome para volver a mirar al frente, con el pecho calmado, pero el corazón yéndome a un millar de revoluciones por segundo.
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Mensaje por Natasha A. Smith Vie Ago 12, 2011 3:53 am

Verla beber de esa manera tan descarada se le antojaba condenadamente extraño. No. No era extraño, la palabra. Era sexy, y es que pocas veces había encontrado sexy a una mujer bebiendo vodka de esa forma. En cierta manera le volvía loca esa manera de ser que tenía Natalia, tan personal, tan suya. La pelirroja seguía bebiendo como si fuese el fin del mundo, y Tasha simplemente se dedicaba a adivinar cómo el vodka pasaba por la garganta de la chica frente a ella. Cuando encontró sus ojos, no pudo evitar mirarla inquirente y casi comandada por sus instintos se arrastró un poco más por el sillón, quitándole la botella de las manos para darle un trago ella misma. Sin embargo, el trago no fue ni la mitad de largo del que dio Natalia. Tasha sintió cómo su garganta se cerraba, por culpa del ardor, y bajó la botella, intentando beber hasta la última gota que le fuese posible. Al final, terminó apoyándose de lado en respaldo del sillón, con los ojos puestos en la pelirroja. Sin soltar la botella, inclinó la misma levemente para señalarla con ella, procurando no derramar nada del líquido alcóhlico.

- Estás rara, Talia – dijo sin más, cansada de que ella evitase, incluso, el cruce de miradas que tantas sensaciones le provocaban en su interior. Era la primera vez en la noche que la llamaba por el único apodo que utilizaba y no estaba segura de que aquello fuese correcto - ¿Qué pasa? ¿No te gustó, acaso, la noche anterior? – inquirió ansiosa, pero ésta vez su voz fue un simple susurro, como si tuviese miedo a ser escuchada por los demás compañeros. En realidad su único miedo era que Talia respondiese con un rotundo y helado “no” a esa pregunta que había hecho. No solo porque sentirse rechazada no era de sus más preciados estados de ánimo, sino que, en efecto, esa era de las únicas veces que Tasha había decidido actuar sin siquiera tener más o menos el camino marcado. Sí, su compañera se había dejado hacer por la castaña, pero había sido tan fría, como si el hecho aquel le hubiese dado insanamente igual o, peor aún, como si aquello hubiese sido simplemente producto del aburrimiento natural de las chicas de su edad. Parecía conocerla tanto y al mismo tiempo tan poco, que le daba un agudo dolor de cabeza, por eso, sin esperar demasiado, volvió a llevarse la botella a los labios, ansiosa por esa pregunta que había formulado y que no le había sido respondida.

Pero es que Natalia no podía dejarla así, sin nada. No después de una noche entera besándola, provocándola y tocándola como si no hubiese mañana, como si estuviesen únicamente ellas dos en el mundo. No después de haber sentido su respiración agitada sobre su cuerpo semidesnudo. No después de haberla sentido llena de placer, producto de sus incansables estímulos. Dejándose llevar por eso que sentía, una de las finas manos de Natasha se posó suavemente sobre uno de los perfectos muslos de Natalia. Quería, además de todo, volver a sentir el calor natural de su piel.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Vie Ago 12, 2011 4:14 am

Ella se acercó. Otra vez. Ahora, el brazo y medio que antes nos separaba se redujo a medio brazo mío. Y la tenía tan cerca, que temía de verdad que oyese mis palpitaciones. Observé cómo cogía la botella, y bebía como yo, pero se detuvo antes de llegar a los diez segundos, y depositó la botella entre nosotras de nuevo, pero sin soltarla y yo, mirando a sus dedos, aquellos dedos que habían recorrido mi cuerpo la noche anterior, que habían explorado más incluso que los míos propios, sonreí. Sonreí por el mero hecho de ver como no podía aguantar beber el licor como si fuese agua mineral. Pero mi sonrisa duró bien poco, se esfumó al escucharla. Y no supe que responder, noté un sarpullido molesto en el cuello, y me rasqué con insistencia mientras me removía suavemente en mi sitio, sin saber muy bien qué hacer o qué decir para calmar su desazón. Pero, ¿qué podía decir? "Me encantó". ¿Y después qué? Conocía muy bien a Tasha, sabía que, si decía eso, si admitía que había logrado conquistarme, que había logrado que una parte de su cuerpo lograse hacerme rozar tanto el auténtico y puto placer, le daría un motivo para cortarme la cabeza y colgarme en su estantería de premios. No literalmente, claro. Vamos, eso creía.
¿Y si le decía que fue la peor noche de mi vida? Mentiría, era una experta mintiendo, pero sabía que esa mentira me costaría tanto que con que Tasha me pidiese que se lo dijese mirándola a los ojos me rendiría y terminaría ahogando mis respuestas en sus labios con un beso furioso y apasionado.
Negué con la cabeza, pero luego asentí, no sabía qué hacer, pues en ambos casos estaba en un callejón sin salida. Suspiré de nuevo, y busqué la botella de vodka, pero Tasha la tenía todavía en su poder, y pude acariciar sus dedos antes de que se la llevase de nuevo a sus labios y bebiese de ella. Deposité mi fría mano sobre el cojín plateado y verde, esperando que acabase de beber para decir algo, o hacer algo, que tuviese sentido. Pero una vez terminó de beber, de nuevo no supe cómo actuar. Mi respiración agitada daba a conocer mis nervios, y eso no me gustaba. Cerré los ojos, miré hacia una esquina de la sala común, opuesta a los ojos de Natasha, y me mordí el labio inferior, casi rasgando la piel, sintiendo como una de las delicadas manos de la castaña se postraba sobre uno de mis muslos desnudos.
No necesitaba una respuesta. Agarré la mano de Natasha y, sin mirarla, la arrastré por mi pierna, sintiendo como la falda se subía levemente ante mi empujón. Dejé libre la mano de la castaña cuando por fin rocé con la yema de mis dedos la tela sedosa de mi ropa interior. No necesitaba nada más. Ni respuestas, ni movimientos, ni miradas. Con eso dejaba claro todo lo que quería esa noche, todo lo que me pareció la noche anterior. Aún así, mis labios se entreabrieron, dejando escapar una palabra simple, sin adornos ni tonos, una palabra fría, pero que, a su vez, incitaba a un calor mutuo. A volver a sentir el calor de dos cuerpos frente a una chimenea.
— Tócame.
Con esas palabras firmaba mi sentencia. Ladeé un poco la cabeaza, mi melena cayó haciéndome de velo, y me sirvió para que no viese el brillo centelleante en mis ojos excesivamente ocultos bajo un maquillaje negro entorno a mis párpados. Aún así, mi mirada, no perdió detalle del rostro de la castaña, a la espera de qué podía y de qué iba a hacer. O mejor dicho, de qué se atrevería a hacer en la Sala Común, por muy tarde que fuese, seguramente, alguien acabaría bajando.
Volví a apartar la mirada, y esperé -admito, algo impaciente- al primer contacto de su piel contra la tela de mi prenda.
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Mensaje por Natasha A. Smith Vie Ago 12, 2011 5:12 am

Simplemente arrastró su mano, perdiéndola de vista bajo la misma falda oscura que ella tenía puesta. La única palabra que salió de entre los labios de Natalia fue música para los oídos de Tasha. No había respondido literalmente la pregunta que le había hecho, sin embargo, esa acción más esa simple palabra decían muchísimo más de lo que cualquier extensa oración podría haber dejado en claro. Natasha dio, como un último estímulo a su propio cuerpo, un último trago corto a la botella de vodka, la cual rápidamente dejó en el espacio entre las dos y, finalmente, se acomodó en el sillón.

El hecho de volver a tocar la suave ropa interior de seda, ligeramente húmeda de su compañera, dejó en claro todas esas dudas que tenía sobre el comportamiento de Talia. Obviamente la pelirroja no era un témpano de hielo, nadie podía serlo por mucha cara y mucho esfuerzo. Por ello se mordió ligeramente el labio inferior, con los ojos clavados en los ojos de ella. Quería, o más bien necesitaba, ver su expresión en el momento que sus finos dedos rozaban delicadamente su sexo sobre esa tela suave que guardaba bajo su ropa. El calor en la entrepierna de su compañera templaba su propia mano y, cómo no, la volvía loca, poniéndola a mil. Podía, incluso, sentir frente a cada roce, cómo su propia ropa interior se humedecía. Comandada por su parte animal, Tasha no tardó en acercar su rostro al de la chica, sin embargo, no la besó de forma directa. Aprovechando el juego sobre su prenda íntima, sintiendo como la misma se humedecía cada vez más gracias a ese pequeño y suave estímulo que le proporcionaba, rozó, con su rostro, sus labios. Respiró su perfume cerca de su rostro, se dedicó a ver cómo el placer iba apoderándose lentamente del ese rostro lleno de pecas que tan loca la volvía. Por eso, no pudo evitar juntar sus labios finalmente, de forma suave en un beso corto beso, que había estado deseado desde que la vio dormida al llegar a su sala común.

Rozó sus labios con los de ella, justo antes de sacar su mano de debajo de la falda de Natalia y subirse sobre su cuerpo, sentándose en los muslos de la pelirroja con el afán de estar más cómoda, como aquella noche. Posicionó cada pierna a un costado del cuerpo de ella, sintiendo como sus muslos desnudos chocaban bajo esas faldas espesas de lana negra. Se acercó nuevamente a los labios de Natalia para volver a besarla, al mismo tiempo que la mano derecha se coló, otra vez, bajo la falda de la pelirroja. Sin embargo, ésta vez, antes de llegar hasta la humedad de su prenda íntima, se separó de ese beso que no había llegado a ser enteramente fogoso y juguetón, como ella quería.
-Pídemelo de nuevo. – susurró junto a su boca, chocándose con los sonrosados labios de su compañera al hablar, sintiendo como su respiración comenzaba a acelerarse de forma paulatina.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Vie Ago 12, 2011 5:30 am

Sentí como finalmente su mano empezaba a moverse, y con su movimiento, desencadenaba cientos de escalofríos que recorrían todo mi cuerpo, ascendían por mis caderas, se perdían entre mis pechos, erizaban la cima de éstos y ponían mi piel de gallina. Entrecerré los ojos, y abrí un poco los labios, dejando escapar suaves jadeos debido al contacto de sus finos dedos contra esa zona tan íntima y delicada que, hasta la fecha, sólo Natasha había podido tocar. La miré de reojo, me temblaban los párpados, y mis manos estaban inertes, pero no por ello inmoviles, pues temblaban delicadamente, deseosas de acariciar la tersa piel de Tasha. Pero no me atrevía. Sólo podía permanecer quieta, como una estatua de yeso, ante el poder que ejercía en mí la castaña. Me mordí el labio inferior con todos mis dientes, apretándolo, sintiendo como la humedad empezaba a apoderarse de mi ropa interior, dejándome en evidencia ante el contacto casi directo de esa diosa de ojos de chocolate. Respiré hondo, y esperé pacientemente, esperé a ver qué hacía para querer acercarse tanto. Temía cualquier cosa, pero para mi sorpresa, lo que hizo no fue más que acercarse a mis labios, y no pude negarme a regalarle mi boca, dejándosela frente a ella, dejando que sus labios rozaran los míos, para luego fundirse en un corto beso, un beso que seguramente ambas esperábamos.
Pero el beso duró tan poco como sus caricias, pues pronto separó su mano de debajo de mi falda, y en un ágil movimiento, su cuerpo delgado se posó sobre el mío. Su pelvis se apretaba contra mi cintura, y temblé. Cogí la botella de vodka y le di un trago nervioso. El licor cayó por mis comisuras, y rápidamente dejé de beber para clavar en ella mis ojos caramelo, observándola directamente, lamiendo el vodka que perlaba mis labios. Observé como arrastraba una de sus manos por mi cuerpo, y la colaba por detrás de la goma de la falda, acariciando mi cintura y rozando de nuevo mi ropa interior, viajando desde una de las tiras hasta el triángulo que ocultaba mi intimidad. Mi sagrada intimidad. Permití que me acercara de nuevo, que me besara mientras su mano se posaba sobre mi sexo, y la devolví el beso lentamente, con algo de miedo a que alguien pudiese vernos. Pero ese miedo se iba borrando de mi cuerpo a medida que los labios de Tasha rozaban los míos. Perdí el control de mis manos, y solté la botella de vodka, que rodó por el sofá hasta pegarse al respaldo, derramando algo de licor, pero no demasiado, pues la botella no estaba lo suficientemente llena.
De nuevo perdí sus labios, al igual que había perdido el control de mis actos, pues ahora mis brazos ascendieron hasta que mis manos levantaron su falda, y con ello, mis dedos lograron agarrar las duras nalgas de la castaña, aprisionándola contra mí, sintiendo como el animal de mi interior rugía furioso por liberarse.
Sus palabras fueron órdenes para mi cerebro el cual sólo reaccionaba ante el contacto de sus labios.
— Tócame... Quiero sentir tus dedos directamente sobre mí, apártalo todo, y mientras lo haces... bésame.
Murmuré mientras cerraba los ojos delicadamente y me acercaba ahora yo a ella, inclinando mi cabeza hacia adelante, separando una de mis manos de su trasero y agarrando su nuca, para tirarla contra mí, para recostarme contra el sofá y ella sobre mis pechos, los suyos contra los míos aplastándose mutuamente mientras nuestros labios se fundían como mantequilla en una sartén caliente. Mi lengua no dudó en arrebatarle el control a la homónima de Tasha en su boca, y la recorrió, saboreé su saliva, la permití saborear la mía, ambas apestábamos a vodka, pero éso sólo hacía que los besos ardiesen como el fuego que quemaba en ese mismo instante mi cuerpo. Mi corazón. Y, sobre todo, mi sexo.
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Mensaje por Natasha A. Smith Vie Ago 12, 2011 10:27 pm

No había sido una órden, sin embargo, la castaña siguió al pie de la letra el pedido de la pelirroja. No iba a negarse a hacerlo, eso estaba más que claro. No iba a detenerse cuando, por fin -aunque de a poco-, iba consiguiendo lo que quería. Entreabrió la boca suavemente, sintiendo como Natalia esperaba ansiosa esos estímulos que le había propinado la vez anterior. Sin embargo, ese día no sería como aquella vez. Después de todo, no iba a negarlo, se moría por llegar a más. Pero tal vez fue por la ansiedad que demostraba se su compañera, que crecieron dentro suyo unas ínfimas ganas de resistirse. Nada excesivo, desde luego. Pero después de ver, o más bien sentir, como la capa de hielo que recubría a la pelirroja iba deshaciéndose de a poco, no podía evitar las ganas de jugar con ella, con su psique.

Sinuosamente terminó recostándose sobre ese hermoso cuerpo curvoso de su compañera. ¿Cuántas veces había perdido el tiempo imaginándose que había debajo de ese uniforme que, para qué mentirse, le sentaba de maravilla? La lengua de Tasha amansaba ligeramente la de Natalia, besándola con suavidad y delicadeza. Pero al mismo tiempo, dejando esa aparente delicadeza que de pronto la caracterizada a un lado, su mano se movió ligera. No pensó antes de juguetear un simple instante con el elástico de la prenda íntima de Natalia y, con toda la suavidad que le era posible en ese momento, hundió la mano en la curvatura que dibujaba el sexo de la chica bajo ella. Instantáneamente sintió como sus las yemas de sus dedos se humedecían por culpa del placer que le provocaba. Se entretuvo con su parte más sensible, aplastándola justo antes de deslizar su dedo índice para introducirlo dentro de Natalia. Sintió como el mismo se empapaba en ese néctar preciado que desde hace tiempo ansiaba probar. Sintió como el calor se expandía por el cuerpo de ella, cómo cada movimiento de su mano aplastando, jugando e introduciéndose en su compañera le causaba, a la misma, ligeras sacudidas de energía.

Ahora sí, el beso se había trasformado completamente. Salvajemente, la lengua se Natasha se movía a placer dentro de la boca de la pelirroja, golpeándola, saboreándola y, en cierta forma, mimándola. Además, su mano libre había subido hasta uno de los pechos de su compañera. Lo agarró sin más, disfrutando de la forma redondeada del mismo. Lo aprisionó en su mano y, comandada por el deseo de saborearlo, arrastró sus labios por el mentón de Natalia, comenzó a besarle el cuello, descendiendo por él sin apuro, sin dejar de juguetear con la mano dentro de ella, introduciendo un dedo más para mayor placer. Sabía que estar masturbando a la pelirroja en medio de la sala común, a pesar de que contaban con la ventaja de que eran altas horas de la noche, era una locura. Que en cualquier momento cualquier alumno, prefecto o inclusive cualquier profesor, podría entrar al salón y verlas a ambas en esa escena tan, compremetedora. Ella arriba de la pelirroja, con la mano bajo su falda que por culpa del movimiento y del arrastre por el sillón de cuero se había levantado dejando a la vista esos níveos muslos que escondían un trofeo que, ahora mismo, más tenía ganas de poseer.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Vie Ago 12, 2011 11:00 pm

Podía sentir como la mano delgada de Tasha descendía por debajo de mi ropa interior, jugueteando con la goma de ésta, aruñando mi sensible y nívea piel. Pero en este instante, éso, era lo uqe menos me importaba, pues ahora mismo sentía como todo mi cuerpo vibrada, como todo mi alrededos se llenaba de pequeñas descargas eléctricas que me daban un fantástico escalofrío. La mano que sujetaba la nalga de Natasha se apretó contra ésta, clavando mis cortas uñas en la tela de su braga, y en su piel. Por suerte, mis uñas no eran más peligrosas que una serpentina de papel. Pero no podía evitar hacer una pequeña presión a medida que se acercaba más a esa zona prohibida, a ese "bosque negro", donde nadie podía poner un pie, excepto los pocos elegidos y, en este caso, elegida. Pero ahora no había, ni deseaba, una vuelta atrás. No quería ir hacia atrás, ahora estaba tan cerca del séptimo cielo que si decía que no, la caída sería muy dolorosa. Así que, simplemente, me dejé llevar... Y esa sensación era mágica, despreocupada, ignorando todo cuanto me rodeaba, excepto esos finos dedos que se iban arrastrando hasta mi zona más sensible y que, cuando finalmente la atraparon, y la aplastaron, retorciéndola para darme placer, no pude más que morder la boca -literalmente- de Tasha, cerrando fuertemente los ojos, hundiendo más mis dedos en la tersa piel de las nalgas de la castaña, y liberándome del beso un mero instante para soltar un dulce gemido, muy suave, pero que amenazaba con salir de nuevo, ahora con más fuerza. A raíz de ésto, agarré mi varita -oculta en mi manga por una funda de cuero- y la postré sobre mi cuello, haciendo que mis labios se abriesen bien, pero que de ellos no surgiese el más mínimo sonido. De todos modos, la garganta me irritaba, me ardía por el grito que acababa de pegar y nadie, ni yo misma, podría oír jamás.
Separé la varita de mi yugular, y jadeé rápiamente, lo justo para recuperar aire antes de avalanzarme de nuevo contra los maltrechos labios de la castaña, algo dañados por mi mordisco de antes. Ladeé la cabeza, y proseguí besándola, pero con la varita todavía cerca, ahora apoyada sobre mi hombro.
Y de nuevo tuvo que entrar en acción para sofocar mis gemidos cuando Tasha me penetró con sus dedos, como dos colmillos de serpiente hundiéndose en la piel de su víctima. Y como si el veneno fuese inmediato, todo mi cuerpo se paralizó. Mi brazo cayó muerto a un lado, y la mano que sostenía el trasero de Natasha rodó por mi rodilla hasta caer muerta igual que su hermana, al otro lado de mi cuerpo. Mis labios estaban en contacto todavía con los de la castaña, pero yo gemía delicadamente, intentando controlar la fiera que habitaba dentro de mi ser. Pero la anterior noche, en la sala de los Menesteres, sin que nadie pudiese oírnos, era mucho menos preocupante mis gemidos. Ahora debía controlarlos, frenarlos y reprimirlos, y éso me aplastaba el pecho, así que cada vez que los dedos de mi pequeña torturadora entraban más en mí, no podía hacer más que retorcerme delicadamente bajo su dominio, sin borrar mi sonrisa, mirando al techo, alzando y bajando el pecho por mi respiración nerviosa.

Ya empezaba a controlar ésto de los gemidos. Pero en cuanto los labios -más concretamente la lengua- de Tasha empezó a descender por mi cuello, lamiéndolo, arrancando esa piel de gallina y clavando en ésta una dolorosa aguja de placer, no pude hacer más que sujetarla del pelo, como frenándola, para que se detuviese. Pero no lo hizo, había frenado su avance, pero no su lengua, que seguía moviéndose contra mi piel, haciéndome jadear descontrolada.
— ¡Aguarda!
Casi grité al sentir como acariciaba uno de mis senos por encima del jersey. Con mis manos temblorosas deshice el broche de mi espalda, y me quité el molesto corpiño por una de mis mangas, arrojándolo a las brasas, escuchando como la tela ardía bajo el fuego.
— Sigue.
Susurré al oído de Tasha, el cual estaba muy cerca de mí. Pero mientras lo decía, alzaba mis brazos, acompañando a mis manos, las cuales portaban los bordes del jersey, el cual se iba levantando lentamente, mostrando mi vientre con esas delicadas pecas granate. Y seguí alzándolo, hasta poder mostrar mis pechos, casi sin poder respirar del múltiple placer que recibía con los dedos y la lengua de Natasha y, muy pronto, de una de sus manos sobre mis pechos, en los cuales las cimas, erizadas por el placer y el morbo de lo prohibido, reclamaban caricias.
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Mensaje por Natasha A. Smith Sáb Ago 13, 2011 12:30 am

Le miró confundida cuando propinó aquel grito. Sin embargo sonrió al ver lo que hacía, dejándole espacio sin terminar de separarse del todo. Pero, que Natalia hubiese empezado a levantarse el jersey, la dejó sin habla. No se había esperado eso, tal vez no en menos de la sala común después de ese grito que había pegado. Natasha decidió, entonces, separarse, habiendo también detenido aquel movimiento sobre su interior casi sin siquiera haberse dado cuenta de ello. Su dedos húmedos olían al sexo de Natalia. Un olor que, creía en aquel momento, reconocería desde donde fuese. Apreció a la pelirroja desde su altura, acomodándose nuevamente sobre aquel sillón que, hoy, se había ganado una anécdota. Tasha se movió lentamente hacia atrás. Solamente unos centímetros fueron suficientes, y en ellos aprovechó el momento para mirar un segundo hasta el pie de la escalera que juntaba la sala común, con el entre llano de la escalera que juntaba los dormitorios de los chicos con los de las chicas. Comprobando feliz la oscuridad absoluta. Pero entonces, verla bajo ella, ver esos pechos tan perfectos, la obligó a pasar esos dedos que antes penetraban el interior de Natalia sin piedad, por el vientre desnudo de ella, dejando en él un camino brillante de su esencia absoluta.

Desde donde comenzaba su falda, subió hasta llegar a su ombligo, sorteándolo y siguiendo el camino hasta la base de sus hermosos pechos. Se centró en ellos y no pudo evitar morderse el labio suavemente, sintiéndolo levemente hinchado por culpa de la pelirroja que estaba, en ese mismísimo momento, volviéndola loca. Circundó uno de sus pechos y la aureola de su pezón, ligeramente sonriente por esa obra de arte invisible que dibujaba solamente para ella, en la intimidad.
La miró a los ojos y, lentamente, empezó a bajar hasta llegar a donde comenzaba esa línea que había dibujado, que se veía sutilmente más brillante cuando el fuego de la chimenea se reflejaba en el vientre pecoso de la pelirroja. Con los ojos puestos en ella, posó la lengua sobre el principio del dibujo, siguiendo el camino marcado, de forma lenta, entregándole el calor de su aliento a esa piel recién descubierta. Llegó hasta su pezón y se metió el pecho en la boca, rozándolo con la lengua y succionándolo suavemente.

Le gustaba escucharla gemir por todo lo que hacía en su cuerpo y, por eso, antes de agarrar el pecho de su compañera con una mano, empujó la varita de ella, haciéndola caer al suelo, sabiendo que gracias a la moqueta y a la poca altura del sofá, no habría que temer por el futuro de la varita de Natalia. Después sí se dio el lujo de masajear el otro pecho lentamente, al mismo tiempo que su mano bajó por el vientre de la pelirroja, mas no llegó hasta su sexo. Siguió bajando por sus muslos, los cuales acarició con fiereza, y después siguió un camino hasta su trasero, agarrándolo fuerte.
Sacó el pecho de Natalia de su boca y arrastró sus labios por su pecho y cuello hasta su oído. En él exhaló suavemente como queriéndose reír, Salazar sabrá porqué, frente a lo bizzara que se hacía la situación.
- ¿No te encanta saber que nos pueden encontrar en cualquier momento? - inquirió junto a su oído, al cual le dio juguetonamente un mordisco suave y, al menos para ella, divertido. Al mismo tiempo que su mano pasaba nuevamente por la tela de su prenda íntima volviendo a sentir otra vez esa humedad que tanto empezaba a volverla loca.
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Demasiado tarde para todo {Tasha +18} Empty Re: Demasiado tarde para todo {Tasha +18}

Mensaje por Natalia A. Yarobenko Sáb Ago 13, 2011 1:07 am

Se separó de mí, lo noté incluso antes de que pudiese dejar de mirarme mientras se movía. La observé colocándose sobre el sofá, a mi lado, como al principio de la noche. Me miraba con esos ojos centelleantes, y no pude hacer más que alzar mis piernas y colocarlas sobre el cojín, pegando mis muslos a mi vientre, sintiendo la vergüenza de ser observada. Aunque temía que, en esa postura, Natasha deseara hacer algo más que observar. Pero casi entre el asombro y la satisfacción, se limitó a dibujar una línea brillante sobre mi cuerpo. Ese dedo perlado con mi sabor, ascendía hacia mis pechos. Agarré esa muñeca, y porté el dedo hacia mi boca, metiéndomelo dentro, calentándolo con mi aliento y mi saliva, saboreándome a mí misma. No me gustaba mi sabor. Era amargo, nada dulce... Esperaba que el sabor de Tasha fuese distinto, fuese ligado a su personalidad, a su fuerza, a su pasión. Tragué saliva, y me fui estirando, abriéndome levemente de piernas para que pudiese estar entre ellas. Dejé caer una, y mi mano sujetó la varita contra mi cuello, pero el manotazo de la castaña contra mí fue suficiente como para soltarla, y dejar en evidencia mis múltiples y nerviosas respiraciones. Incluso juraría que se coló alguna que otra palabra, pero lo ignoré, observé de reojo mi varita, lejos de mi alcance. Intenté atraparla, pero sentir los tenues labios de Tasha sobre mi piel, y su lengua recorriéndome por ese camino que ella misma había dibujado, era demasiado castigo para mí, así que llevé un dedo a mi boca, lo puse entre mis dientes, y lo mordí suavemente para no tener que gemir, jadear, o susurrar insensateces. La observé desde mi posición, acercándose peligrosamente a mis endurecidos pezones, dejando a su paso una serie de placer inimaginable para una mortal como yo. Mis fosas nasales se abrían con velocidad, y mis dientes mordieron con más ímpetu mi dedo índice a medida que los labios de la castaña se cernían sobre mi aureola, apresando mi pezón, recorriéndolo entero con su lengua. En ese momento, el dedo era insuficiente, así que me tapé la boca con una mano, pero seguía siendo insuficiente, pues seguía oyendo mis gemidos, bastante agudos, aunque algo acolchados por mi mano. ¿Sería suficiente para no despertar a Slytherin entero? Cerré los ojos, y me dejé hacer, mientras Tasha llevaba el compás de la situación. Ella mandaba, y yo obedecía, así iba la cosa, pues ahora no podía ni pedir mi varita, pues no sabría ni pronunciar "mi" sin soltar algún que otro gemido entre esas dos simples letras.
El calor de su saliva dio paso al ardiente fuego de la chimenea. Entreabrí mi ojo izquierdo, y vi como su boca ya no estaba sobre un ode mis pechos, sino que iba ascendiendo hacia mí, y se dirigía a mi oído. Su dulce y cantarina voz me puso la piel de gallina, y me revolví un poco bajo ella, sonriendo bobamente, y dejando escapar una dulce risa aniñada.
— Ni la más tórrida caricia del Señor Oscuro podría superar esa idea...
Murmuré riéndome suavemente ante el mordisco que me propinó la castaña. Respiré hondo, y la miré de reojo, mientras su mano ascendía de nuevo a mi sexo. Volví a cerrar los ojos, y dibujé una enorme sonrisa mientras abrazaba con una mano a Tasha.
— ¿Tu lengua se mueve tan bien ahí abajo como en mi boca, o sobre mis pechos?
Susurré sin mirar más allá de la oscuridad de debajo de mis párpados, pero acariciando por encima del jersey el broche del sujetador de Natasha. ¿Por qué demonios no se desnudaba, se quitaba sus molestas prendas y me obligaba, literalmente, a recorrer sus perfectos pechos con mi lengua, al igual que ella hacía con la suya en los míos?
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Mensaje por Natasha A. Smith Sáb Ago 13, 2011 4:54 am

Entre el fuego y los gemidos ahogados de Natalia, el ambiente se le antojaba espectacular. Le encantaba escucharla, sobre todo cuando era ella quien le provocaba ese placer tan intenso que, de sólo haber escuchado esa voz tan imperturbablemente fría; uno jamás se imaginaría que la pelirroja habría experimentado. Sin embargo ahí estaba, mordiéndose el dedo de la forma más salvaje para evitar que todos esos gemidos agudos que quedan atrancados en su pecho, saliesen a la oscuridad de la sala común. Al silencio, de la sala comñun. Tasha sonrió cuando escuchó aquella pregunta, y se acercó nuevamente a besarla. Allí, precisamente sobre sus labios, habiendo arrastrastrado la mano que estaba en el pecho de Natalia hasta la espalda de ella para acomodarse entre ese espacio que quedaba entre la pelirroja y el sofá, le contesto la incógnita:

- ¿Y qué te parece? – Bueno, eso de contestar era relativo. Después de todo lo que hizo fue preguntar, aprovechando el momento para generar presión en la zona íntima de Natalia, adrede, utilizando la fuerza propia para pegar su vientre al de ella, sintiendo como el calor de ambas pieles comenzaba a fundirse en ese espacio que desaparecía con la misma rapidez que la maldición asesina hacía efecto. Natasha cerró los ojos, buscándola casi con desesperación, como ese gran gato en el que había logrado con el pasar de los estudios, en un estado empalagoso y mimoso, y volvió a besarla delicadamente. Movió sutilmente la cabeza para hacer ese beso más cómodo. Sus labios chocaban sin cesar, una y otra, y otra vez sin cesar, separándose sutilmente para dejar en vista el jugueteo de las lenguas, buscando oxígeno. Podía adivinarse que a ninguna ya le importaba ese problema de ser encontradas en semejante situación, de perder puntos para su casa. Podrían, incluso, ser suspendidas del colegio. Pero ni eso ni nada parecía poder frenarlas.
Natasha subió una de las piernas por encima de las de Natalia, pegándose más –si cabía- a su cuerpo, con ganas de sentir su calor corporal piel con piel. La piel de las piernas de ambas chicas también chocaba, dado que las faldas –por culpa del movimiento y demás- siempre terminaban levantándose en esas situaciones. Enredó la pierna en la de su compañera y sus manos subieron hasta ambos pechos de ella, aprisionándolos sin culpa, masajeándolos con maestría y jugueteando con los pezones que parecían endurecerse cada vez más frente a cada roce.

-Quiero que nos corramos al mismo tiempo en la sala común, que tus gemidos se confundan con los míos y hacer de éste lugar tan público, nuestro en secreto. – susurró provocándola, soltando sus pechos y agarrando una de sus manos, segura, y llevándola hasta su propia entre pierna. Sorteó la falda y sin detenerse, cruzó el límite del elástico de su propia ropa interior, como guiándole el camino a la mano de Natalia.
Rápidamente llegaron hasta su sexo y obligó, en cierta forma, a la pelirroja para que la masturbara, sintiendo como ambas manos se empapaban del nectar de Tasha sin hacerse esperar. La castaña cerró los ojos y sin dudarlo pegó , con la mano libre, los labios con los de su compañera. Y, en ella, ahogó esa respiración que comenzaba a entrecortarse.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Dom Ago 14, 2011 12:35 am

Su respuesta me dejó en blanco. ¿Qué quería decir con eso? No lo sabría ni ella, seguro, de todos modos, practicamente me ignoró, pues antes de yo poder decir nada, tuve que volver a taparme la boca con una mano para no seguir gimiendo, notando como sus dedos hacían maravillas con mi intimidad. Respiré fuerte por la nariz, intentando atrapar un oxígeno que no podía pasar por mi boca, al estar sellada para evitar gemir. Entrecerré los ojos, y alcé la mirada al techo de nuevo, vibrando levemente hasta que los labios de la castaña me llamaron de nuevo, rogando por mis caricias. Y me dejé besar de nuevo, recorriendo sus labios con los míos, apretándolos contra ellos, ladeando mi cabeza, cerrando los ojos, y fundiéndome en ese tierno beso, dulce, largo y apasionado. Encendido como las brasas de la chimenea.
Jadeé contra su boca cuando dejó de besarme, pero no dejó de masajearme los pechos lentamente, con un ritmo suave y delicado, haciéndome sonreír de lado, y sólo precisando de la punta de mi dedo meñique para cubrir los pequeños gemidos -o más bien jadeos- que mi cuerpo deseaba expulsar. Nadie podría oír eso, así que me limité a observar, mirándola directamente a los ojos, viendo como una de sus manos rodeaba mi muñeca y la obligaba a descender a un ritmo lento por su cuerpo. Empecé a temblar, pero no liberé mi muñeca de su agarre, es más, dejé que la guiase hasta donde ambas sabíamos que se dirigía. Y a medida que me acercaba, podía notar como se hacía más presente la humedad de mi ropa interior así que, con mi mano libre, y sin necesidad de alzar mucho la falda, estiré de una goma de mis blancas bragas para empezar a quitármelas, descendiéndolas por mis muslos y dejándolas a la mitad de éstos, para que prosiguiese Tasha.
Mi mano finalmente llegó a su sexo, y con ella, las palabras pervertidamente morbosas de la castaña. Sonreí de lado, con algo de picardía, y asentí levemente, dejando que volviese hacia mí, besándola de nuevo, cerrando otra vez mis ojos y entregándome a ese prohibidio deseo de tocarnos mutuamente. Mis dedos estiraron su ropa íntima hacia abajo, para tener más libertad, y recorrieron sus húmedos labios, empapándose en ese perfecto néctar. Hundí un poco mis dedos, muy poco, sintiendo como dentro de ella había un calor infernal, un calor que me hizo temblar de placer. Giré mi cabeza para cortar el beso, hundí un poco más los dedos dentro de la castaña, y después los saqué, llevándolos lentamente a mi boca, y, sin metérmelos en la boca, los lamí con mi puntiaguda lengua, moviéndola cual víbora por entre mis dedos, arrancando cada gota de ese mágico fluido, deleitándome con su aroma virginal. Cerré los ojos antes de introducirme los dedos en la boca, y limpiarlos por completo. Al sacarlos, estaban perlados de mi saliva, y no de sus fluidos. Sonreí mientras bajaba los dedos de nuevo a su sexo, y la volvía a penetrar, moviendo en un delicado vaivén mis dedos a la vez que abría la boca y alzaba la lengua, dejando ver en la punta una pequeña capa brillante de los fluidos de Natasha. Me incliné hacia ella y, con sus labios entreabiertos, llamé a su lengua, la cual acudió a mi llamada, y ambas se rozaron antes de juntar mis labios con los suyos, cerrando el beso, y dándole a probar sus propios fluidos. En efecto, ella sabía mil veces mejor que yo, aunque juraría que ese sabor era potenciado por el placer y la excitación del momento. En todo caso, me daba igual, sabía como los ángeles, y no me negaría a catar ese dulce néctar directamente de su fuente si la ardiente castaña me lo pidiese en alguna ocasión.
Pero ahora sólo me debía al beso, a nuestra mútua masturbación y a esconder los gemidos que ambas expulsábamos de nuestras estrechas gargantas.
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Mensaje por Natasha A. Smith Dom Ago 14, 2011 3:54 am

Jadeó junto a la pelirroja al sentir cómo sus dedos por fin, después de hacerse esperar, empezaban a penetrarla. El simple contacto de ellos con su sexo le causaba escalofríos y eso se notaba en todo su maldito cuerpo, obligándola a sonreír placentera y empezar a gemir suavemente, retorciéndose de placer repentino por ese rápido acercamiento de Natalia. Cuando la misma se llevó los dedos a la boca, Tasha se limitó a mirarla satisfecha. Le excitaba verla disfrutar de sus fluidos y por eso la recibió con un sensual beso, en los que aprovechó para arrancar de ella parte de su propio sabor.
Natalia volvió a bajar la mano hasta el sexo de la castaña, pero la mano de la última ya no la acompañaba en esta ocasión. En vez de ello, Natasha se había dejado regir por sus instintos, los cuales le gritaban desde muy adentro la necesidad de hundir los dedos otra vez en el interior de su compañera, habiéndole quitado las bragas con anterioridad.

Se le hizo imposible seguir en aquella situación y aprovechó que su pierna rodeaba la dela pelirroja para alzarse levemente, volviendo a quedar encima de ella. Rozándo su piel con la de ella. No esperó y le atajó las manos desde las muñecas y, con la libre, le levantó sin remordimientos la falda a Natalia, apreciando la vista de su sexo, el cual contempló sobre ella, ejerciendo fuerza sobre su cuerpo, para que no hiciese nada que, Natasha, considerase fuera de lugar. La castaña se mordió el labio inferior excitada al ver lo que veía y, sobre el muslo derecho, empezó a arrastrar la mano, acercándose de forma paulatina – o más bien excesiva e irritantemente lenta-, hasta la parte más sensible de su entrepierna. Allí jugó con su clítoris antes de volver a hundir los dedos índice y menor en su interior, todavía sujetándole las muñecas y mirándola a los ojos para ver el placer en su expresión.

Sin hacerse esperar mucho, su cuerpo descendió, comenzando a sentir cada vez más el olor mágico de la esencia de Natalia, ese aroma atrayente que era altamente confundible con licor de los mismísimos dioses. Pasó por primera vez la lengua por el sexo de Natalia, arrancándole el líquido de su interior con gusto, robándoselo y degustándoselo. Pudo sentir, como esa simple acción sobre el cuerpo de su compañera de casa era suficiente para hacerla vibrar de placer, para que tuviese que volver a morderse el dedo para no dejarlas en evidencia de una manera tan bestial.
- Oh, por Salazar, sabes como el mismo cielo – dijo, más que nada como algo que se le había escpado, sin intención de ser escuchada, comprobando algo que ya se había imaginado en sus más atrevidos sueños. Después hundió la boca en su sexo, dándole placer con la lengua, jugando con su parte más sensible, penetrándola ínfimamente, volviéndose loca por ese néctar que no podía dejar de beber de la propia fuente.

Para mayor placer de la pelirroja, los dedos de Natasha volvieron a penetrarla, al mismo tiempo que su lengua todavía jugaba superficialmente sobre su sexo, sintiendo las sacudidas violentas de Natalia cada vez que un nuevo empujón en su interior de hacía presente, o como un nuevo movimiento de su juguetona lengua arremetía contra su cuerpo, contra la parte más sensible de su fisionomía de mujer. Lentamente, Tasha fue soltando las manos de Natalia, buscando uno de sus pechos para volver a apretarlo y juguetear con su pezón endurecido.
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Mensaje por Natalia A. Yarobenko Dom Ago 14, 2011 8:56 pm

Sus manos agarraron las mías como si fuesen dos esposas de hierro, que me alzaron los brazos por detrás de la cabeza, sujetándome para no poder resistirme. Vi como mi falda fue levantada adrede por Tasha, la cual me miró fijamente a los ojos antes de descender su mirada hacia mi intimidad. Me mordí el labio inferior, sonrojada de vergüenza, pero sin evitar sentir un dulce cosquilleo en mi estómago. Respiré hondo cuando su mano se iba arrastrando por mi piel erizada, acercándose hacia mi sexo peligrosamente, sintiendo finalmente su tacto directo contra mi clítoris. Me retorcí de placer, y llevé como pude una mano hacia mis labios, para poder morder el extremo de ésta, evitándome así gemir. Puse los ojos en blanco, notando cada caricia de sus dedos contra mi intimidad, excitándome, calentándome cada segundo más. Respiré hondo, sin poder evitar sonreír ampliamente cuando me penetró de nuevo con sus dedos, lentamente, haciéndome jadear incluso con la mano en la boca. Tantos sentimientos de golpe hicieron que temblase cada pelo de mi cuerpo. Mi respiración era agitada, pero me encantaba notarla así. Era la prueba fehaciente de lo que estábamos haciendo en ese mismo instante.
Cuando volví a mirar, Tasha se estaba inclinando hacia mí. Amplié mi sonrisa hasta mis orejas, y por fin me soltó las manos, pero no quise taparme la boca. Con una mano sujeté la cabeza de la castaña, y con la otra, di placer a uno de mis pechos, arqueando la espalda cuando finalmente empezó a lamer, cual can sediente ante una fuente de agua cristalina. Exhalé aire para controlarme, pero cada vez que su escurridiza lengua se movía con velocidad por mis labios y acariciaba mi clítoris, era prácticamente imposible resistirme a soltar algún que otro efímero gemido que llenase el ambiente cargado de la sala común. Era un olor peculiar, no desagradable, pero sí muy peculiar, tanto que a pocos les resultaría difícil averigüar que había pasado en esa sala común. Pero ahora me importaba más bien poco, el olor a humedad de las mazmorras fulminaría el aroma a amor y pasión que desprendíamos.
Una de las manos de Tasha se acercó a uno de mis pechos, y la agarré, para lamer sus dedos sensualmente, sonriendo de lado, observándola y soltando después su mano para que siguiese disfrutando del tacto de mis pechos. Volví a cerrar los ojos, y me dejé hacer, gimiendo suavemente, gozando del suave roce de la húmeda lengua de Natasha, y de sus dedos, los cuales decidieron ahora hundirse de nuevo en mi interior. Su lengua jugaba a dos bandas, entre mis labios y mi clítoris, pero era algo que poco me importaba, pues ese doble juego me daba un placer incalculable. Sumado a ésto sus palabras, esa noche estaba resultando perfecta.
— Disfruta de... mi sabor el poco tiempo... que queda antes de que caiga... vencida.
Susurré entre jadeos, dando así a conocer que el orgasmo, mi primer orgasmo de verdad -pues la noche anterior casi no dio tiempo a nada- estaba a punto de llegar, de golpearme con toda su fuerza, y sería Tasha quien lo viviese, quien lo saborease, quien lo deleitara... No pensaba evitarlo, iba a soltar con todas mis fuerzas, iba a demostrar lo mucho que me gustaban los movimientos de su lengua en mi sexo.
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Mensaje por Natasha A. Smith Dom Ago 14, 2011 11:39 pm

Sentir la lengua de Natalia sobre sus dedos le hacía imaginar el inmenso placer que sentiría en el momento en que ella bajase hasta su sexo, pero no porque sus sueños se cumplirían al fin en ese momento, iba a distraerse de la tarea que cumplía con tanto deleite. La intensidad de los jadeos que inundaban el lugar se iba haciendo cada vez más notoria, Natasha podía darse cuenta de cómo la respiración de Natalia se iba acelerando. Cada arremetida de su lengua contra los labios de la pelirroja, significaba una nueva contracción de sus músculos, un nuevo respiro agitado, un nuevo estímulo para que Tasha siguiese disfrutando del sabor de su sexo.
Las palabras, entre jadeos, de Natalia la hicieron sonreír, pero en ningún momento se detuvo, sino que, con más dedicación, siguió lamiendo su sexo y penetrándola con los dedos al mismo tiempo, jugueteando su clítoris con la lengua en pequeños círculos; procurando mantener el ritmo de suave vaivén de sus dedos saliendo y entrando, un poco, fuera y dentro de la pelirroja. Las pieles de ambas ardían, pegándose contra el cuero del sofá, dejando en él marcas que dejaban en evidencia el calor de los cuerpos y los fluidos que resbalaban de ambas.

Podía incluso sentir las placenteras descargas eléctricas de Natalia, ese calor excesivo, el ritmo completamente agitado que marcaba su respiración. Antes de darse cuenta, la mano derecha de Natasha seguía masturbando a Natalia, acompañando la suavidad de su lengua y, con la izquierda, había dejado de masajear sus pechos, para comenzar a masturbarse a sí misma, con imponente ansiedad de escucharla llegar al orgasmo, de tragar sus fluidos, de escuchar su gemidos, de hacerla acabar a merced de la chimenea y ese fuego que daba tenue luz a la sala común. ¿Y si algún alumno curioso las oía? ¿Y si algún profesor las veía en plena acción? ¿Qué importaba ya? El placer que, al menos Natasha sentía, valía la pena cualquier castigo.
Siguió masturbándose y masturbándola, lamiéndola, dándole placer, arremetiendo contra su sexo. La excitación se le hacía increíble, las ganas de que fuese Natalia quien hundiera sus níveos dedos dentro de ella una vez más se le hacían cada vez más grandes. Lamió su clítoris una vez más, como tantas veces en esa noche, haciendo vibrar su lengua para darle mayor placer.

Dejó de masturbarse ella misma, subiendo lentamente aquella mano perlada de su propio néctar por el cuerpo de Natalia, acariciando sus piernas, su vientre, sus pechos, hasta llegar a su boca, regalándole sus fluidos en un intento de tentarla para que luego bajase hasta su sexo. Sin embargo no dejó que ella limpiase por completo la mano, volviendo a arrastrarla hasta su cuello, en donde se posó con suavidad y lentamente empezó acomodar la mano en torno a él, como ahorcándola pero, eso sí, sin llegar a hacer demasiado presión. Después de todo no quería matarla, simplemente inspeccionaba nuevos horizontes.
Natasha A. Smith
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